por la infancia y un desarrollo solidario

Por Johan 

El primer día de clases me pregunté si él iba a venir a la escuela, porque supuse que ya no quería tener miedo. Jairo Miguel, de 13 años, había sufrido bullying el año pasado por ser tartamudo. Salí de dudas muy rápido cuando su hermana me dijo que él se cambió de colegio.

 La profesora le agarraba de la mano como a un niño de kínder para que pudiera escribir y si lo hacía mal, ella le jalaba de la patilla. A los demás estudiantes les daba miedo hablar con la directora para que tome cartas en el asunto.

 En la Unidad Educativa Papa Juan “B”, en el municipio de Punata en Cochabamba, Jairo Miguel era muy tímido y no tuvo muchos amigos, pero se acompañaba de uno imaginario llamado señor Burbujas.

 Por el acoso de sus compañeros y la falta de una intervención efectiva de los maestros, Jairo Miguel ha visto vulnerado el derecho a tener una vida sin discriminación, una garantía que está en artículo 2 de la Convención sobre los Derechos del Niño.

 La directora de la unidad educativa, Sonia del Castillo, piensa que ser tartamudo no es exactamente un problema grave: “Más es el problema del entorno, (nosotros) que a veces vamos presionando. Especialmente en el caso de tu compañero, tenía dificultades, un poquito, en la escritura y eso le hacía que no tenga confianza”.

 Ahora Jairo Miguel está inscrito en la unidad educativa privada San José, en Punata. Por eso no asistió el primer día de clases al anterior colegio. Su prima Karolina, que tiene 14 años, afirma que él se volvió tartamudo por imitar al Chavo del 8 y que sus padres solo prestaban atención a su hermanita menor.

 Una nueva persona

Los que acaban de conocerlo dirán que es una persona sin dificultades físicas, pero en realidad él es tartamudo y eso es más notorio cuando se pone nervioso.

 En su nuevo colegio comenzó un cambio, Jairo Miguel es miembro de la directiva de estudiantes y es el tesorero de su curso. Con una pronunciación casi fluida, dice que se ha propuesto ignorar a las personas que se burlan de su condición.

 La directora Sonia Castillo afirma que en el tiempo que lleva en la antigua unidad educativa de Jairo Miguel ha visto varios casos similares: “Los maestros van identificando, muchos papás sí nos advierten y nos dicen ‘mi hijo tiene este problema’, pero muchos no, ni siquiera ellos saben, piensan que (los niños) no pueden aprender y punto, y no es así”.

 En general los estudiantes tartamudos no tienen problemas de aprendizaje ni de inteligencia. La escuela pide a veces una valoración al Centro de Rehabilitación Especial del Valle Alto (CREVA) sobre algún estudiante. La directora dice: “sobre eso (evaluación), nosotros vemos cómo podemos ir trabajando, pero en algunos casos, tal vez por la misma formación del papá, muchos no han ido al colegio, desconocen cómo podemos apoyar en esto y que a la larga puedan ir superando (el problema) cuanto más pequeños”.

 ¿Qué piensa un estudiante de la tartamudez? Jhail opina que se debería reaccionar con delicadeza frente al problema de la tartamudez para no generar más temor en los niños. 

 En su nueva unidad educativa, Jairo Miguel cuenta que se cambió de colegio porque sus compañeros lo molestaban, que ahora le va mucho mejor y que le gusta su nueva vida.

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