por la infancia y un desarrollo solidario

Por Delfina Caba Peñaranda, Víctor Hugo Curo Muñoz y Luis Mario Soliz

 

Las niñas y niños del campo tienen dificultades para adaptarse a la ciudad y a su nueva escuela en la ciudad de Sucre. Este cambio puede tener, en un inicio, violencia verbal, soledad y daños en su autoestima.

 Sonia llegó hace tres años con toda su familia a la ciudad de Sucre, a la zona de Lajastambo. Ella tiene ahora 15 años y está en tercero de secundaria en la Unidad Educativa Thako Pampa, además trabaja los domingos vendiendo ropa en el mercado campesino.

 Mery Gómez Chumacero, directora de la UE Victoria Díez, en la misma zona, cuenta que tiene muchos alumnos emigrantes, debido a que es un barrio periurbano: “El 80% de los niños son emigrantes, porque los papás los trajeron por buscar mejores condiciones de vida”.

 Lajastambo es un barrio de Sucre, ubicado a unos 40 minutos del centro de la ciudad, cerca del campo ferial y del exaeropuerto, en la carretera de salida hacia Ravelo y la ciudad de Oruro.

 Sonia cuenta que en su pueblo Ocurí el ambiente de la comunidad era familiar, porque vivía cerca de sus primos y tíos; en cambio, en la ciudad sus vecinos “son metiches, chismosos y siempre están pendientes de las cosas que hace”.

 Al principio le costó adaptarse a la ciudad, porque no conocía a nadie y se esforzó para habituarse a su nuevo medio.

 La situación era parecida en la escuela con sus profesores. Ella cuenta: “Trataban de adaptarse conmigo, yo creo, porque me veían (como una niña que sabe) menos, sentían la necesidad de que yo tenía que aprender más, me reñían (…) y me llamaban la atención más a mí”.

 La Convención de los Derechos del Niño establece en su artículo 28 que las niñas y niños deben tener facilidades para acceder a educación secundaria o ir a la universidad, pero en la ciudad de Sucre aquellos que llegan del campo tienen dificultades, porque se enfrentan a una nueva y desconocida realidad.

 Rogando por un cupo en la escuela

Encontrar un puesto en la escuela para las niñas y niños tampoco es fácil. Un padre de familia, ahora vecino de Lajastambo, cuenta que llegó desde Ravelo con su hijita de tan solo un año. Tiempo después, tuvo dificultades para inscribirla en la UE Victoria Díez y se vio obligado a rogar a la directora para que su hija pudiera estudiar en el establecimiento.

 A pesar de que no puede ser albañil por un accidente en el pie, cuando se le pregunta si sus hijos trabajan él responde: “Qué van a trabajar, no tienen tiempo, tantas tareas tienen”.

 Qué pasa en Lajastambo

La directora Gómez explica que en el campo las personas tienen una casa, un terreno y lo básico para vivir, pero cuando se trasladan a las ciudades se van a formar parte de los cinturones de pobreza y tienen dificultades para encontrar casa.

 ¿A los niños les afecta el cambio? “Claro, les afecta –dice Gómez– y a veces no podemos tratar esas situaciones problemáticas o no entendemos, como mayores y maestros, que ese niño viene con la mentalidad del área rural y queremos imponerle una mentalidad urbana sin respetar lo que tal vez está sintiendo o pensando. Tenemos tímidos que no son tímidos por naturaleza, sino porque se sienten extraños, es como un pez que se le saca de su medio”.

 Sonia dice que en su colegio sus nuevos compañeros eran “creídos” y se hacían a los que “sabían mucho”, por tanto ella tenía miedo de expresarse y de opinar.  

 La profesora de psicología y filosofía, Inés Roxana Yañez, de la misma unidad educativa, confirma que hay acoso y agresión, ya sea física o verbal, entre hacia las niñas y niños emigrantes.

 “Lo primero que sienten es la agresión, pero no reaccionan, porque lo sienten natural: que vengan aquí, que los otros sean mejor que ellos en el vestir y en el hablar. Después de eso viene la sensación de baja autoestima, (los niños dicen) por qué no me aceptan, por qué no me quieren. Muchos dejan el colegio o la escuela, porque no logran adaptarse a los cambios que hay aquí. El impacto es a largo plazo, o lo superan o se quedan con ese sentimiento de baja autoestima”, dice la profesora Yañez.

 El colegio de la directora Gómez combate la discriminación en forma de bullying que se ejerce contra los estudiantes del campo: “No tenemos casos fuertes, pero sí nos toca trabajar en la parte preventiva. Tenemos que pensar que no debemos trabajar más en el castigo sino en la prevención”.

 La unidad educativa tiene una huerta que se organizó pensando en la adaptación de los estudiantes emigrantes para que no se sientan extraños y puedan rescatar los conocimientos que usaban en sus comunidades.