por la infancia y un desarrollo solidario

Por Fidelia Cruz Soliz - Niña ecoperiodista

Los estudiantes del colegio Luis Espinal compran golosinas, galletas o refrescos envasados en plástico, bolsas nailon y cartón. Las envolturas son de tamaño excesivo respecto a su contenido y esto provoca mucha más basura, que luego termina botada en el piso dentro y fuera de la unidad educativa.  

El colegio Luis Espinal queda en el barrio Cerro Verde en la zona sur de la ciudad de Cochabamba, donde las clases son semipresenciales por la pandemia. Cuando asisten a las aulas, las y los estudiantes compran golosinas y refrescos en tres puestos, dos afuera del colegio y uno adentro. Cuando más consumen es a la entrada y salida de clases.

Los quioscos ofrecen galletas, refrescos, pipocas y todo tipo de golosinas cuyas envolturas llaman la atención de niñas, niños y adolescentes. Pero en muchos de esos envases el producto no ocupa ni la mitad del espacio. Las vendedoras también ofrecen gelatinas y batidos, preparados por ellas mismas, que sirven en vasos, bombillas y con cucharillas descartables.

Todos esos productos generan mucha basura en el lugar. Silvia Condori, vendedora de dulces frente al colegio, tiene un basurero para sus clientes y opina que en casa se debe enseñar a niñas y niños a colocar los desechos en su lugar. Pero ocurre lo contrario.

Para Germán Paco, mejor alumno de quinto de secundaria, no hay mucho problema con los envases lanzados después del consumo. Tal vez su percepción se deba a que él no pasa clases presenciales. Dice, medio en broma, que ve más de 150 personas al día botando basura en las calles, pero que en el colegio hay responsabilidad. Danitza Ponce coincide con Germán.

La profesora Ruth Peñafiel confirma que los alumnos y adultos están acostumbrados a consumir algo y tirar la basura al piso. “No estamos educados en cuidar el medio ambiente”, comenta.

¿Cómo podría usted evitar la acumulación de basura dentro y fuera de la unidad de educativa?  Willy Ayala Quintanilla, director de la UE Luis Espinal, respondió que lo fundamental es aprender a separar la basura y eso es algo que no se está haciendo. “Es más, cuando viene el carro basurero se sube la basura en su conjunto sin separarla”, explica el director.

Para la profesora Peñafiel, hay que hablar con los estudiantes para concientizarlos y colocar basureros en distintos lugares. Cree que ellas y ellos mismos deben controlarse entre sí. Sobre el excesivo tamaño de los envases, nadie sabe qué hacer, aunque no es un problema que sea muy evidente para la población.

Sin embargo, la basura acumulada puede afectar el derecho a un medio ambiente sano en la zona Cerro Verde. A Nicol Quispe Condori, del quinto de secundaria, le gustaría que disminuya la basura porque contamina y respiramos esa contaminación.

Las fábricas producen variedades de golosinas con envolturas muy grandes e innecesarias, sin darse cuenta de que contaminan más el medio ambiente.

Los envases de las golosinas llaman la atención de niñas y niños, y no son reutilizables.

Para vender su producto, algunas fábricas presentan envases atractivos, pero muy contaminantes, y no usan ni la mitad del espacio.

Es elevada la cantidad de golosinas cuyos envases son más grandes de lo necesario para el contenido. Luego las bolsitas quedan botadas en las calles.

Las golosinas son muy ricas, pero también es importante pensar en nuestra salud y en la del planeta.

La costumbre de consumir refrescos en bolsitas con bombilla es dañina para el medio ambiente, porque genera basura que tarda más de 100 años en degradarse.

El planeta está muriendo poco a poco por la inconsciencia de quienes producen y de quienes consumen plástico.