por la infancia y un desarrollo solidario

Por Freddy Fernández Ari - Niño ecoperiodista

Antes en mi comedor, la cocinera, Cristina Bravo Ayarachi, nos servía la comida en los platos de la Casa NATs. Algunos comíamos y luego lavábamos, pero mis amigos no lavaban bien, por eso ella tenía que lavarlos de nuevo y era otro trabajo que le ocupaba mucho tiempo.

Un día doña Cristina nos dijo que cada uno traiga sus platos, porque estaba cansada de lavar y de tener que cocinar al mismo tiempo. Nos dijo que si llevábamos recipientes limpios nos serviría la comida, pero si estaban sucios teníamos que lavarlos. Desde ese día todos llevamos nuestros propios recipientes: ollas o platos con tapa. Lo que está prohibido llevar son bolsas de nailon.

Doña Cristina trabaja en el comedor de la Casa NATs desde hace tres años. La Casa NATs es un lugar donde a las niñas, niños y adolescentes trabajadores nos ayudan con las tareas, nos enseñan a hacer videos y también nos dan el almuerzo. A las niñas y niños mayores de 14 años, solo si quieren, les enseñan a hacer pan y a cortar el cabello, para que después puedan tener sus emprendimientos y ganar dinero sin que les exploten.

Yo soy un niño trabajador y lustro zapatos en la calle Uyuni, todos los sábados y domingos, desde las 5 de la tarde hasta que ya no hay clientes en la noche. Estoy en quinto de primaria en la Unidad Educativa Humberto Iporre Salinas, en el turno de la mañana, pero solo algunas veces paso clases presenciales. Por Zoom paso clases de lunes a jueves, a las siete de la noche.

Hago mis tareas en la mañana con la ayuda de Filomena Marino, en Matemáticas; de María Reneé Navarro en Sociales; de Pilar Ramos en Lenguaje y de Luz Rivera en Ciencias Naturales. Todas ellas son profesoras de la Casa NATs.

A las 12 y media, con mi hermano de ocho años y mi hermana de cinco, hacemos fila en el comedor de la Casa NATs para recoger la comida. Llevo cinco envases limpios, en uno doña Cristina me da dos sopas, en el otro una sopa y un segundo en cada uno de los otros tres envases.

Cuando nos toca nuestro turno en la fila, doña Filomena nos sirve la comida. Ella dice que es fácil repartir la comida, aunque los recipientes son de diferente tamaño, porque tiene un cucharon grande y esa es su medida. Si hay ensalada, alza una porción con una pinza, y si es pollo o hamburguesa pone solo una en cada plato. De postre nos dan fruta.

La profesora Filomena dice que “los niños se sienten más responsables porque tienen que lavar (sus platos) después de comer en sus casas. Nosotros también revisamos si está limpio el taper para que puedan recibir sus comidas y está prohibido que traigan bolsas”.

La primera que entré al comedor he llevado bolsa nailon y me aceptaron porque yo no sabía las reglas, pero nunca más lo hice porque aprendí que contaminan al medio ambiente.

Niñas y niños de la cancha San Marco reciben comida en la Casa NATs. Reutilizan los envases con tapa para evitar contaminar el medio ambiente.

En el comedor hasta las tapas son utilizadas como platos para el almuerzo.

Las cocineras preparan grandes cantidades de comida para niñas y niños de la Casa NATs.

La señora Cristina, una de las cocineras de la Casa NATs, recibe los envases plásticos para servir la comida.

Niñas y niños ya saben la forma de trabajo del comedor y cuidan sus envases plásticos para poder recibir la comida.

Un día normal en la Casa NATs de la ciudad de Potosí.