por la infancia y un desarrollo solidario

Por Anayde Choquevillca Vera

Durante la cuarentena, en el barrio Alto San Juan de Dios, del municipio de Arbieto del departamento de Cochabamba, aprovechaban el río para lavar la ropa y no gastar el agua que compraban de los carros cisterna. Pero ahora que ya no existen restricciones por la pandemia del covid-19, casi no hay agua en el río, pero sí muchos “aguaderos” que buscan vender el líquido.

Llevaban frazadas, poleras, pantalones, busos, chompas, zapatos y otras prendas de vestir. Ya no lavan ahí porque el río se ha secado; ahora muy pocas veces baja el agua, pero es poquita y sucia, y llega con mucha basura.

Como en la cuarentena había restricciones para la circulación, las vecinas y vecinos se daban formas de conseguir el agua para consumir. Compraban de distintos “aguaderos”, como les llaman a las cisternas, que se aprovecharon de la situación y doblaron el precio del turril de agua, hasta los 15 bolivianos. Aunque estos precios no estaban al alcance de la economía del barrio, las personas tenían que hacer un esfuerzo; ahora el costo bajó y es más económico.

Los “aguaderos” que vendían agua barata eran sospechosos y los vecinos y vecinas comenzaron a dudar, pero no tenían otra opción que comprarla. Un niño de la comunidad, llamado José Luis, se enfermó luego de consumir esa agua: tuvo dolores estomacales toda una semana; a otra niña le dio alergia en todo el cuerpo después de bañarse. Los vecinos dicen que esa agua tenía un sabor asqueroso y que incluso les vendían con pelos de animales y de personas. No era la misma que compraban antes de la pandemia.

Para mejorar la calidad del agua en esos días, las vecinas y vecinos se reunieron y decidieron llamar a un “aguadero” de confianza para que les provea de agua, el precio también era caro, pero no de tan mala calidad. Y el carro tenía que ir de forma clandestina porque no tenían permiso de circulación.

Cuando terminaron las restricciones bajó el precio y nuevamente comenzó la competencia entre los “aguaderos”. Lo que no volvió es el agua del río.

Las vecinas y vecinos que iban a lavar al río aprovechaban para hacer huatía, mientras que las niñas y niños jugaban y hacían competencias para ver quién cruzaba más rápido nadando a la otra orilla. Les faltaba agua para beber, pero se divertían mucho.

El camino que conduce al lecho del río de comunidad Alto San Juan de Dios, ubicada en el municipio de Arbieto del departamento de Cochabamba.

Aves de rapiña son vistas con frecuencia sobrevolando los pequeños riachuelos que quedan de lo que fue el río.

Denis Choque, un niño de la comunidad Alto San Juan de Dios, recorre los senderos por donde pasaba el río. El año 2020 se bañaba ahí con sus amigos.

La basura se encuentra ahora donde antes fluía el agua. Los loteadores tomaron tierras y la población de la zona creció sin un sistema de recolección de basura; como resultado la gente deja su basura en el lecho del río.

Una poza de agua es lo único que queda y Denis Choque piensa cómo será el futuro de la comunidad por la pérdida de un río que les daba agua y alegría.

El camión de agua, llamado “aguadero”, llega a Alto San Juan de Dios una vez a la semana. Los pobladores compran el litro a siete bolivianos y, en promedio, al mes pagan 196 bolivianos por 28 litros que les sirve para sus necesidades básicas.