por la infancia y un desarrollo solidario

Por María Rubí Chambi A. y Naydelin Chambi López

A sus 55 años, don Delfín Orihuela Vargas soporta a diario el olor que despide el río Japón porque trabaja ahí. Él no tiene otra opción que utilizar el agua contaminada del río Japón para cultivar hortalizas, aunque sabe que le puede causar daño a él y al ecosistema que lo rodea.

Su parcela se encuentra a un costado de la ciudad Sucre, a los pies del cerro Sica Sica, en el barrio Japón. Allí trabaja la tierra hace 25 años en cultivos como maíz y cebolla, y a la vez en forma menos ordenada tiene acelga, apio y repollo.  

“A veces me duele mi cabeza, pero el agua no toco yo, con pico y con pala y con azadón uso”, dice don Delfín para remarcar que el agua para el riego está contaminada y por eso evita entrar en contacto.

Cerca de su parcela, esa agua es oscura y verde en algunos sectores y desprende un olor desagradable que apenas se puede soportar.

Él no utiliza el agua del río para su consumo. “Abajo tengo pila para tomar, agua limpia de la manguera está saliendo, limpiecito es”, explica. No es el único que tiene esas parcelas a orillas del río Japón, en el lugar hay otras familias que también mantienen cultivos.

La señora Marcelina Quispe vive aguas abajo y ella dice que la contaminación que llega de arriba es la que provoca el mal olor. Y la solución que ella ve es que las autoridades tapen el río.

Mientras llega cualquier solución, don Delfín, en un intento por filtrar el agua, construyó un estanque cerca de sus parcelas. Ahí acumula el flujo para soltarlo luego de a poco, sin otro tratamiento, para regar sus cultivos.

Ha buscado ayuda para obtener agua limpia. “Una persona me ha dicho “tienes que hacer un perforo (pozo perforado) para que no entre esa agua sucia, con eso vas a tener agua limpia””, cuenta.

A simple vista, las hortalizas se ven saludables y con colores vivos, menos las hojas de los apios que estaban dañadas y tenían un color blanquecino. “A las plantas nos atacan esos bichos”, dice.

Además del agua contaminada para el riego, su otro problema son los pajaritos que se comen el maíz de su parcela. Ahora utiliza botellas de plástico para prevenir este ataque. Él corta las botellas de plástico por la mitad y las introduce en cada una de las mazorcas mientras se desarrollan.

Para él es muy importante que sus productos sean sanos porque su cultivo de maíz es para su propio consumo y sus verduras para ofrecerlas en venta a sus vecinas y vecinos del barrio Japón.

Doña Marcelina Quispe vive cerca del río del barrio Japón. Ella cree que deberían taparlo porque la contaminación llega de los barrios de más arriba.

 

El río es desviado para el riego de los cultivos de don Delfín Orihuela.

 

Pequeños senderos llevan agua a los cultivos.

 

Don Delfín construyó un estanque en un intento por limpiar el agua que necesita para regar sus cultivos.

 

La contaminación del río se evidencia con la espuma que se forma y con el mal olor.

 

Las botellas plásticas recicladas le sirven a don Delfín para proteger su maíz de las aves.

 

Tubos plásticos que canalizan aguas servidas de barrios altos desembocan en el río.

 

Las hojas blanquecinas del apio se deben a la contaminación del agua.