Por Darwin Delgadillo García, 12 años, ecoperiodista de la comunidad Paracaya, municipio San Benito
En la comunidad de Paracaya, municipio San Benito del departamento de Cochabamba, niñas y niños están aprendiendo a producir frutas y verduras. Están adquiriendo el conocimiento de sus mamás para ayudar en la economía familiar. Estos saberes van de generación en generación.
“Regar, abonar y cuidar hasta que crezca, como si fuera una wawa”, así cuida su producción la señora Riovana García, comunaria de Paracaya. Eso les transmite a su hijo y a su hija que le ayudan a producir, tanto para el consumo como para la venta. Ella y doña Lucía Terrazas, de la misma familia, cultivan plantas medicinales y árboles frutales, especialmente durazno. Alejandro Saldaña, esposo de Lucía, afirma que cultivar no es fácil, pero es parte de su subsistencia.
Según del Instituto Nacional de Estadística (INE), publicados en el 2017, San Benito es el principal productor de durazno en Cochabamba. En la comunidad Paracaya la producción es orgánica. Por ello, el conocimiento ancestral del cultivo y cuidado de los alimentos es importante de conservar, porque no solo se está plantando y cuidando un árbol frutal, que nos garantiza el derecho a una buena alimentación, también se cuida un nuevo corazón, el del árbol.
Para recordar
La Observación General N.º 26 establece que las niñas y los niños necesitan un medioambiente limpio, sano y sostenible para poder disfrutar de todos sus derechos humanos. Deben tener acceso a aire y agua limpios, climas seguros, ecosistemas sanos y biodiversidad, alimentos sanos y entornos no contaminados.
Toda la familia García se dedica a la agricultura orgánica.
El hijo de Riovana corre entre los cultivos de durazno, él aprendió a sembrar y cosechar este fruto con su madre.
Riovana y su hijo Rogelio cosechan el tomate que crece en el patio de su casa.
Riovana y su hijo Rogelio cosechan el tomate que crece en el patio de su casa.