Entrar a la Unidad Educativa Cristal A en el barrio de Senkata, en el Distrito 8 de la ciudad de El Alto, es respirar la alegría de las niñas y niños que se reencontraron, el compromiso de profesoras y profesores que dictan la misma clase dos veces por turno, la disciplina de la comunidad educativa para seguir las medidas de bioseguridad y la decisión de las madres y padres que hicieron posible que sus hijas e hijos vuelvan al colegio de forma presencial, aunque por ahora sea solo día por medio.
El presidente de la Junta Escolar de la UE Cristal A, José Luis Velásquez, explicó que ante la imposibilidad de que mejore la cobertura de Internet en la zona y el perjuicio que esto implica para las niñas y niños, las madres y padres de la unidad educativa decidieron organizarse junto con el plantel docente para dividir a los ciclos y a los cursos en dos grupos y así evitar contagios. En la mañana asiste primaria y en la tarde secundaria; el horario para el primer grupo de la mañana es de 8 a 11 y para el segundo de 11 a 13.30, y de forma similar en la tarde.
Las familias de la unidad educativa hicieron todos los esfuerzos para adquirir dispositivos y destinaron un presupuesto para el crédito, pero ese no era el problema afirma Velásquez, sino la mala señal de Internet que hay por la zona. Entonces decidieron dirigir ese dinero a la compra de trajes y otros implementos de bioseguridad para que sus hijas e hijos puedan asistir al colegio con seguridad. La virtualidad se emplea para el envío de tareas.
Ahora, al colegio solo entran niñas, niños, plantel docente y educadores en derechos de la niñez del Centro de Estudios y Apoyo al Desarrollo Local (CEADL), que tienen horarios específicos. Para recoger a los más pequeños, sus familiares tienen que esperar afuera. A la entrada hay una fila de dispensadores de agua y jabón líquido donde cada niña y niño debe lavarse las manos; en la puerta de cada curso están sobre todo mamás y hermanas y hermanos mayores que se turnan para apoyar las profesoras y profesores.
En la puerta del curso, y con una tarjeta que identifica al curso, controlan que las niñas y niños usen bien el barbijo, desinfectan sus zapatos cada que entran al aula y les colocan alcohol en gel en sus manos. Las clases se pasan con la puerta abierta y con bastante distanciamiento físico. No se puede comer en el aula y tampoco hay recreo, pero esto queda compensado con la alegría de poder verse y conversar, y también de tener cerca a su profesora.